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11 marzo, 2023 – Espiritualidad digital

Para el alma, mejor agua mineral

Cuentan de santa Catalina de Siena que estuvo siete años sin apenas probar alimento, sustentada tan sólo por la Eucaristía. No lo recomiendo como ejercicio ascético, aunque me maravilla el modo en que, cuando el alma está saciada, puede uno casi olvidarse de la necesidad del cuerpo. La mujer samaritana, que había acudido al pozo a por agua, tras beber unas gotas del agua viva que Jesús le ofrecía dejó su cántaro. Como si ya no tuviera sed.

Lo malo de todo esto es que también sucede al revés: quien le da al cuerpo todo lo que pide acaba por ignorar la sed del alma. Eso es peor.

Experimentemos o no esa sed de forma sensible, necesita más agua el alma que el cuerpo. ¿Tú eres de los que llevan siempre la botellita de agua mineral con ellos? Espero que lleves también el rosario.

El agua viva que sacia el alma es agua mineral, porque brotó de una Roca: Cristo. Y la lanza del centurión fue como el cayado con que Moisés golpeó la roca. Bebe de esa agua, sáciate… y verás cómo son más llevaderos los ayunos. De todas formas, come algo, por favor, que no eres santa Catalina.

(TCA03)

Quien te acompaña en el fondo del abismo

Postrado, hundido en su propia miseria y mendigando algarrobas a los puercos, el hijo pródigo había tocado fondo. Y entonces, muerto de asco, decidió volver: Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre. Pero la vida nos dice que no todos los hijos pródigos son capaces de levantarse. En ocasiones, el pecado ha dejado tan debilitadas las fuerzas, y ha tejido en torno al pecador una red tan tupida, que ya no queda otra salida que la muerte. Triste, pero cierto.

Dios lo sabe. Y por eso envió a su Unigénito a recorrer el camino del hijo pródigo hasta ese barranco de tinieblas. El Verbo divino, a semejanza de aquel hijo, salió de la casa de su Padre, vino a este mundo maldito, y soportó las consecuencias del pecado. Míralo colgado del Madero, mendigando agua. Allí se postró junto al hijo pródigo, representado en aquel buen ladrón, y le ofreció su mano para que emprendiera el camino de vuelta.

Por eso, a quien no se sienta con fuerzas para volver a Dios, muéstrale la Cruz. Y mírala tú también, cuando te postre el pecado. Así sabrás que eres amado, incluso cuando estás cubierto de barro y de muerte.

(TC02S)

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