Cuando Jesús eligió a setenta y dos de sus discípulos, los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Así, de dos en dos, fueron también Cirilo y Metodio a los pueblos eslavos. Pero encontraron un obstáculo difícil de salvar: era imposible que llegara la palabra de Dios a hombres que no sabían leer. Por ello, fue preciso que los hermanos elaborasen un alfabeto e instruyeran en la lectura a los habitantes de aquellos pueblos. Un trabajo de chinos o, mejor, de eslavos.
No estamos tan lejos. ¿Crees que es fácil anunciar el Evangelio a quien no lee más que mensajes de WhatsApp? ¿Crees que cabe el evangelio en un tuit? Yo escribo aquí doscientas palabras cada día para quienes deseáis rezar. Pero, si tengo que formar a un catecúmeno, le doy el Catecismo para que lo lea. Y es como si le diera con un ladrillo en la cabeza.
Regalad libros. Y leedlos, que los hay muy buenos. El apostolado de la lectura es muy necesario, porque es difícil que piense quien no lee. Pero es fácil que quien piensa acabe creyendo. Tenemos por delante un trabajo de eslavos.
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