Libros

febrero 2023 – Página 3 – Espiritualidad digital

Un trabajo de eslavos

Cuando Jesús eligió a setenta y dos de sus discípulos, los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Así, de dos en dos, fueron también Cirilo y Metodio a los pueblos eslavos. Pero encontraron un obstáculo difícil de salvar: era imposible que llegara la palabra de Dios a hombres que no sabían leer. Por ello, fue preciso que los hermanos elaborasen un alfabeto e instruyeran en la lectura a los habitantes de aquellos pueblos. Un trabajo de chinos o, mejor, de eslavos.

No estamos tan lejos. ¿Crees que es fácil anunciar el Evangelio a quien no lee más que mensajes de WhatsApp? ¿Crees que cabe el evangelio en un tuit? Yo escribo aquí doscientas palabras cada día para quienes deseáis rezar. Pero, si tengo que formar a un catecúmeno, le doy el Catecismo para que lo lea. Y es como si le diera con un ladrillo en la cabeza.

Regalad libros. Y leedlos, que los hay muy buenos. El apostolado de la lectura es muy necesario, porque es difícil que piense quien no lee. Pero es fácil que quien piensa acabe creyendo. Tenemos por delante un trabajo de eslavos.

(1402)

Distintas formas de temblar

¿A quién le gusta que le metan miedo? Bueno, hay gente para todo, y las películas de terror siguen teniendo su público. A mí me gusta que una película me haga reír o llorar, incluso que me haga pensar. Pero quien me mete miedo me hace sufrir, y no pago para sufrir, que bastantes sufrimientos me trae gratis la vida. Aquellos fariseos, sin embargo, parecían empeñados en que los hicieran temblar:

Le pidieron un signo del cielo. No les bastaba con ver andar a un paralítico. Querían que se les cayera la luna encima, o que las estrellas se precipitaran sobre sus cabezas. Haznos temblar, y creeremos en ti.

Habrá tiempo para el tembleque cuando el Señor vuelva. Pero, hasta entonces, no ha querido mostrar ese signo que le pedían. Más bien, nos ha dado todo lo contrario. Se fue a la otra orilla, al otro extremo. Porque, en la Cruz, Cristo no parece Dios. En la Eucaristía, ni siquiera parece hombre. Y, durante el día, muchas veces parece dormido.

Sin embargo… ¡Cómo enamora el crucifijo! ¡Cómo enamora la sagrada Hostia! ¡Cómo conforta esa presencia silenciosa del Espíritu en el alma! Podrías temblar, sí… pero de amor. Es mejor eso.

(TOI06L)

De la Ley a la gracia

Sermón de la montañaQuiero imaginar el escándalo de los judíos que escuchaban a Jesús:

Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado… Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.

Pero también ellos, cuando tenían hijos pequeños, los instruían diciéndoles: «no hagas esto, no digas aquello». Sin embargo, cuando los hijos crecían, les pedían más, y deseaban que aceptaran en su corazón la Ley de Dios y la cumplieran sin necesidad de ser amonestados por los padres.

Primero Dios trató a Israel como a un niño, y lo instruyó con preceptos. Pero, llegada la plenitud, quiso que el corazón de los hombres se empapara en amor divino, y que no hiciera falta ley alguna. «Ama, y haz lo que quieras», dijo san Agustín. Y ese Amor nos lo ha entregado Cristo al darnos su Espíritu. Quien ama, no se conforma con no matar ni adulterar; desea entregarse por completo. El corazón fecundado por la gracia es el centro de la nueva ley.

(TOA06)

¡Qué bien comemos cuando comemos bien!

que nada se desperdicieNo vino el Hijo de Dios a la tierra para acabar con el hambre en el mundo, porque esa tarea nos la ha dejado a nosotros. Pero habrá que reconocer que, cuando sació el hambre, lo hizo a conciencia. No se conformó con ofrecer un montadito de sardinas para poder aguantar hasta la cena, sino que alimentó a su pueblo con toda la abundancia de su poder de Dios. La gente comió hasta quedar saciada. ¿No habéis dicho nunca, después de una comida opípara: «Hoy no ceno»? Pues eso. No creo que aquellos hombres cenasen aquel día.

Entiéndelo bien, que se trata de un signo. No quiere el Señor que te pegues un banquete cada día. Recuerda el final de Epulón, y procura ser sobrio en el comer, en el beber, y en cualquier satisfacción de la carne. Incluso no te vendrá mal quedar siempre con un poco de hambre o un poco de sed, no vaya a desmandarse el cuerpo y a apoderarse de ti. Pero aquel alimento era signo del Pan que alimenta el alma, y el alma quiere Dios que se sacie de Cristo. ¿Por qué limitarte a comulgar los domingos, si puedes comulgar todos los días?

(TOI05S)

¿Quién permanecerá fiel?

Sana Cristo a un enfermo, y dicen los hombres, asombrados: Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos. Mañana, el enfermo será Jesús, quien se mostrará al mundo pendiente de una cruz. Y entonces los hombres exclamarán, con desprecio: A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¡Es el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz y le creeremos (Mc 17, 42).

Hoy Jesús, para sanar a un mudo, con la saliva le tocó la lengua. Mañana, el mismo Jesús, coronado de espinas, recibirá salivazos en la cara.

Y todo ello dependerá de que a nosotros nos vaya bien o nos vaya mal. Si cura a nuestros enfermos y nos otorga lo que le pedimos, es nuestro Salvador y acudimos a su lado. Si nos invita a morir con Él, nos alejamos, renegamos de Él y ya nos buscamos la vida por nuestra cuenta.

¿Quiénes quedan, al final, fieles? Quienes no aman lo que Cristo les da, sino que lo aman a Él. Y tanto lo aman cuando multiplica los panes como cuando suda sangre, porque, triunfante o sufriente, Cristo es su único tesoro. María, Juan, Magdalena… ¿Tú? ¿Yo?

(TOI05V)

¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar?

cananeaMarcos sitúa el encuentro entre Jesús y la mujer cananea en una casa: Entró en una casa procurando pasar desapercibido, pero no logró ocultarse. Una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró enseguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies. Mateo y Lucas, sin embargo, sitúan este encuentro en el camino, a través del cual la mujer fue siguiendo al Señor, hasta que lo adelantó, le cerró el paso y se postró ante Él.

En la casa, Jesús la ignoró; hizo como si no existiera. Después se marchó sin mirarla, y ella salió tras Él gritando. De ahí el hartazgo de los apóstoles, del que nos dan cuenta Mateo y Lucas. Finalmente –quizá habían caminado kilómetros–, cuando Jesús se dirigió a ella, fue para humillarla: Deja que se sacien primero los hijos. No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos. Y después, cuando aquella mujer respondió con humildad al aparente desprecio de Jesús, le concedió cuanto pedía.

Pienso en quienes me dicen: «Rezo, pero Dios no me escucha»… ¿Hasta dónde estáis dispuestos a llegar, si sabéis que lo que pedís es bueno? ¿Hasta el Calvario?

(TOI05J)

El verdadero interior del hombre

El interior de un hombre no son sus tripas. Tampoco sus sentimientos. Eso no es sino el fondo de la corteza. El verdadero interior del hombre es su alma, ubicada en un lugar mucho más profundo. No; no somos lo que comemos, ni somos, tampoco, lo que sentimos. Somos lo que amamos, y el verdadero amor nace y se recibe en lo más profundo de la persona, allí donde brota la decisión de entregar la vida.

Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre. Estas palabras del Señor se aplican a todo lo que impacta desde fuera en el ser humano. Ni los latigazos, ni los clavos herrumbrosos con que lo atravesaron, ni los repugnantes salivazos con que lo ultrajaron pudieron ensuciar el corazón de Cristo.

Lo que puedan pensar o decir de mí, lo enfermo o lo sano que esté, el sufrimiento que padezca, el prestigio o la deshonra que acumule… nada de eso me hace impuro ni me lleva al Infierno. Sólo el pecado me ensucia y me condena. Y contra él debo luchar con todas mis fuerzas. Sólo la gracia y el Amor de Cristo me purifican. Y debo anhelarlos como nada en este mundo.

(TOI05X)

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