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febrero 2023 – Página 2 – Espiritualidad digital

¿De qué hablabas?

Ya se ve que los discípulos, o, al menos, algunos de ellos, se habían quedado atrás para conversar sin que Jesús los oyera. Comentan: «Dios no lo ve, el Dios de Jacob no se entera» (Sal 94, 7). Por eso, cuando llegaron a casa, Jesús les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino? ¡Tierra, trágame! Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. El mismo Cristo, ya resucitado, se interesará también por la conversación de aquellos dos discípulos que volvían camino de Emaús.

Si prestas atención, escucharás que cada noche, durante tu examen de conciencia, el Señor te pregunta: «¿De qué has hablado hoy?». Cuéntaselo. Y, si te avergüenza, arrepiéntete antes de dormir.

Debemos rendir cuentas ante Dios de la palabra ociosa. Esas conversaciones frívolas, esos comentarios hirientes, esas palabras poco caritativas sobre quien no estaba delante, esas frases dichas con intención de herir… Dios te dio la palabra para que proclamases su gloria, no para el pecado.

¿Verdad que no imaginas a la Virgen metida en chismes, cotilleos o frivolidades? Ella nos enseñe a guardar nuestros labios para que, cuando Jesús nos pregunte, podamos decir que hablamos de Él, con Él o desde Él.

(TOI07M)

Señor de su propio carácter

No quiero que se te pase un detalle de la humanidad santísima de Cristo que asoma entre las líneas de este pasaje. Tiene que ver con el modo en que Jesús sabía tratar de forma distinta a los distintos.

Jesús baja feliz del Tabor. Ha sido un momento de cielo, y desciende del monte más resplandeciente que Moisés del Sinaí. Pero abajo le esperaba un disgusto. Un endemoniado, un padre sin fe, unos apóstoles incapaces de expulsar al mal espíritu, y esa multitud que siempre rodeaba los milagros en busca de emociones fuertes.

¡Generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar?  A los que iban en busca del «show» los trata con dureza. Él viene a traer la salvación, y ellos buscan espectáculo.

¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe. Al padre sin fe lo instruye. «No digas: “si puedes”. Cree que puedo y tu hijo sanará».

Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: sal de él y no vuelvas a entrar en él. Al espíritu inmundo le ordena con autoridad.

Y a los apóstoles… Esta especie solo puede salir con oración. Con una delicadeza exquisita, les recrimina: «Es que no rezáis».

(TOI07L)

La imagen que vale más que mil palabras

Decimos que una imagen vale más que mil palabras. Y es cierto, aunque existe una Palabra que vale más que todas las imágenes del mundo. Y si esa Palabra se hace carne, mirarla vale más que todos los libros y todos los sermones. Incluidos los suyos. Porque el Sermón de la Montaña sólo se puede entender mirando a un crucifijo.

Si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra. Mira las mejillas del Crucificado y entenderás.

Al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto. Mira cómo se reparten los soldados sus vestiduras y entenderás.

A quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos. Contémplalo en el Via Crucis y entenderás.

Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen. Mira cómo pide perdón por sus verdugos y entenderás.

Si sigues mirando, te enamorarás. Y, cuando te enamores, no tendrás más deseo que estar con Él. Y querrás vivir crucificado, clavado a su Cruz, como san Pablo. Y te alegrarás cuando te humillen, y se te harán dulces los desprecios, y no querrás ya retener tu vida sino entregarla con la suya.

Entonces, como Él, tú serás Sermón de la Montaña.

(TOA07)

En lo alto del Tabor

En lo alto del Tabor conversó Jesús con Moisés y Elías. En lo alto del Tabor sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. En lo alto del Tabor dijo Simón: Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Vamos a hacer tres tiendas. En lo alto del Tabor se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo».

No envidies a aquellos tres que subieron con Jesús a lo alto del Tabor. Tú y yo tenemos el Tabor muy a mano.

Porque en la santa Misa se reúnen, junto a Cristo, la Ley y los profetas. En la santa Misa quedamos deslumbrados ante la blancura impoluta de la Hostia. En la santa Misa nos encontramos tan a gusto que quisiéramos convertir en Misa el día y prolongarla mientras trabajamos. En la santa Misa nos rodea la nube del Espíritu que deposita a Jesús en el altar. En la santa Misa el Padre nos muestra a su Hijo y nos lo entrega.

La santa Misa es renovación incruenta del sacrificio cruento del Calvario. Allí no hay dolor, sólo hay gozo. Prepárala bien.

(TOI06S)

Fausto

A las puertas de la muerte, cuando ya veía las llamas del infierno donde moraría eternamente, se arrepintió Fausto de haber vendido su alma al Diablo. Si hubiera tenido cerca a un sacerdote, quizá pudiera haber cambiado aquel destino por un largo purgatorio. Pero no lo tenía, y su arrepentimiento no era sino mera atrición, miedo a la condena; no había amor en él. Goethe lo da por perdido para siempre.

¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero y perder su alma? Lo tuvo todo: dinero, poder, placer, prestigio… ¿Le hizo realmente feliz? Duró lo que tarda el rayo en caer del cielo, lo que tarda la vida en esfumarse. «Al brillar un relámpago nacemos, y aún dura su fulgor cuando morimos», escribió Bécquer unos años después de que Goethe escribiera su «Fausto». Mal negocio, tenerlo todo un instante y perderlo todo eternamente.

Sin embargo, entregarlo todo aquí por amor del Amor… sufrir un momento, con dolor dulce, y hacerlo acompañado, abrazado al Cristo que reposa en la Cruz… ser feliz en la tierra en medio de las lágrimas, gustar los gozos del Espíritu, y ser recibido después en el cielo para siempre… Buen negocio es ése.

(TOI06V)

De la gloria al abismo en diez minutos

Conocemos bien el camino por el que transitó Simón Pedro. Todos lo hemos recorrido. ¿Quién podría ensañarse con el príncipe de los apóstoles, cuando tan semejantes somos a él? Le pregunta Jesús: ¿Quién decís que soy yo?. La pregunta tiene truco, es un huevo de pascua, lleva escondida la respuesta. Basta cambiar de lugar las dos últimas palabras: «¿Quién decís que YO SOY?». Así se identificó Yahweh ante Moisés: «Yo soy». Pero los apóstoles no estaban para huevos de Pascua, y a Pedro le puso el Espíritu la respuesta en los labios: Tú eres el Mesías. Minutos después, sin embargo, cuando Jesús le anuncia los sufrimientos por los que pasará, el apóstol se revuelve y se puso a increparlo. Jesús le increpa: Piensas como los hombres, no como Dios. De la gloria al abismo en diez minutos.

Son los que tardamos, muchas veces, en salir de la iglesia y encontrarnos con la cruz. Rezamos en el templo: «Santo, santo, santo es el Señor, Dios del Universo»… Termina la misa, salimos a la calle, y el automóvil no arranca. «¿Por qué a mí, Señor, si vengo de misa? ¡Todo me cae encima, ya está bien!»…

Pobres de nosotros. Y pobre Señor.

(TOI06J)

Médico y medicina

Tened cuidado con los escrúpulos. Dañan al alma y, muchas veces, el Maligno se sirve de ellos para apartarnos de Dios. Me dice una mujer: «Padre, estoy tan enfadada con mi marido que no me atrevo a comulgar en este estado». Hace bien en decirlo, pero haría mal en no comulgar. De la comunión sólo debemos abstenernos si nos encontramos en pecado mortal. Pero el enfado no es un pecado, es un sentimiento. Si no nos dejamos mover por él, ofende tanto a Dios como un dolor de cabeza. No obstante, la respuesta a la inquietud de aquella mujer la tenemos en el evangelio de hoy:

Le trajeron a un ciego pidiéndole que lo tocase. Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos… Fíjate en cuántas gracias brotan del cuerpo de Cristo. Y en cómo, antes de comulgar, confesamos: «Una palabra tuya bastará para sanarme». ¿No te das cuenta de que ese cuerpo es medicina para nosotros?

No comulguemos como quien recibe un premio a la virtud. Comulguemos como enfermos necesitados de sanación, y seremos curados. Estarás menos enfadada con tu marido después de comulgar, ya lo verás.

(TOI06X)

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