Libros

4 febrero, 2023 – Espiritualidad digital

Lo que aporta la sal a un huevo frito

No tengo ni idea de si las palabras del Señor son un recurso retórico, o si puede la sal volverse sosa. Que los químicos respondan a esta pregunta. A nosotros nos baste con conocer el mensaje que Jesús quería transmitir:

Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa ¿con qué la salarán?

Imagina –sea o no posible– una sal sosa. Podrías echar un cubo entero sobre el huevo frito y, si lograras recuperar al pobre huevo de debajo del montón de sal, su sabor –o su falta de sabor– no habría cambiado lo más mínimo. Eso es lo que sucede con un cristiano tibio: tomas una reunión de tres personas en la que se miente, se difama y se murmura, introduces al cristiano, y nada cambia. Bueno, cambia una cosa: ahora son cuatro los que mienten, difaman y murmuran.

En cambio, si introduces a un santo en esa misma reunión, poco a poco el ambiente cambia. Al principio, la presencia del cristiano escuece, como la sal en las heridas. Pero el grupo se va volviendo, primero, más humano. Después, más cristiano. Nada como un huevo frito con sal para alegrar el paladar de Dios.

(TOA05)

Quedémonos a solas

La vida va muy deprisa; demasiado. Si Jesús y sus apóstoles, entregados por completo al anuncio del Evangelio, no encontraban tiempo ni para comer, muchos de nuestros contemporáneos, por razones menos santas, tienen el mismo problema y se entregan al «fast food» o al sándwich apresurado. Incluso en los momentos de oración es tal la trepidación interior que, constantemente, se disparan las distracciones, los pensamientos mundanos, las interferencias y los ruidos. Son muchos quienes le dicen al sacerdote que no logran centrarse en su oración.

Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco. Más que nunca, en nuestros días son necesarios, para los seglares, los retiros y ejercicios espirituales de, al menos, un fin de semana. Esta práctica la «inventó» san Ignacio de Loyola en un tiempo menos trepidante que el nuestro. Quizá por eso pensó en un retiro de cuarenta días. Pediros ese tiempo a los seglares hoy día es pedir un imposible. Pero, al menos, una vez al año, apuntaos a una tanda de ejercicios de fin de semana, y sumergíos en el silencio, la oración y el reposo junto al Señor. Lo necesitáis, creedme. No se puede amar sin soledad entre los amantes.

(TOP04S)

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad