Quiero meterme en la piel de aquéllos que estaban allí cuando Jesús, ante la visita de su madre, se negó a retirarse para saludarla, diciendo: Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre. Quiero pensar que, al menos, muchos se dieron cuenta de que Jesús había dejado a su santísima madre para estar con ellos. Y lo valoraron, y fueron conscientes del Amor con que el Señor los amaba, y se sintieron privilegiados. «Ha venido su madre a verlo» –debieron pensar– «y él prefiere estar conmigo».
Y, si ellos no se dieron cuenta, al menos tú sé consciente de cómo te ama el Señor. Dejó a su Padre y a los ángeles en el cielo para venir a rescatarte a ti. Aunque sólo tú hubieses pecado, Él se habría encarnado y habría padecido sólo por ti, porque su rebaño tiene una sola oveja, y esa oveja eres tú.
Míralo en el sagrario. Y recuerda que está allí por ti, porque quiere acompañarte y quiere tu compañía. Ojalá tú puedas decirle: «Señor, lo has dejado todo por mí. También quiero yo dejarlo todo por Ti».
(TOI03M)