La historia de nuestras desgracias comenzó un día entre los días, cuando Satanás abrió la boca y comenzó a hablar con lengua de serpiente. Con su verbo sedujo a la mujer, y ella se dejó seducir. Desde entonces, el discurso malicioso del príncipe de la mentira tuvo engañados a los hombres. Y, llegada la plenitud del tiempo, el Verbo de Dios vino a la tierra, se encaró con el Demonio, y le gritó:
¡Cállate y sal de él!
Por vez primera, la serpiente cerró la boca. Y los hombres se asombraron: Manda a los espíritus inmundos y lo obedecen.
La guerra podría haber terminado allí: el Enemigo en silencio, y los hijos de Eva, liberados de su engaño, pendientes de las palabras del Verbo divino. Pero la Historia nos reservaba una sorpresa aún más sobrecogedora. Tres años después, los mismos hombres a quienes el Hijo de Dios había venido a redimir sellaron los labios del Verbo. Y el Verbo se humilló hasta el silencio en una Cruz.
¡Qué misterio, el de la libertad humana! Ten cuidado: es muy fácil acallar la voz de Dios. Pero, si no la escuchas y la obedeces libremente, no podrás salvarte. Te quedarás eternamente solo.
(TOI01M)
