Cuando acudo al estanco, pido tabaco. Otros piden lotería, pero yo pido tabaco. De todas formas, ni a quienes piden lotería ni a mí se nos ocurre pedirle al dependiente del estanco: Auméntanos la fe. Eso no se lo pide uno a quien está detrás de un mostrador, porque sabes que no te lo puede dar. La fe sólo se la pedimos a Dios.
Por eso, cuando los apóstoles le piden al Señor: Auméntanos la fe, están demostrando que ya tienen fe. Tienen la fe necesaria para creer que Cristo es Dios, y que puede otorgarles el don de la fe. Del mismo modo, si tú animas a un ateo a pedirle fe a Dios y él te hace caso, en el mismo momento en que diga: «Dios, dame fe», su petición ya ha empezado a cumplirse.
Cosa distinta es el tamaño de la fe. Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería. Seguramente, ninguno de nosotros tenemos necesidad de mover una morera. Pero quizá necesitemos ese granito de mostaza para arrancar nuestra alma de la tierra y plantarla en el Cielo. ¡Auméntanos la fe!
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