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5 noviembre, 2022 – Espiritualidad digital

Son dormitorios

EmaúsToda esa historieta de los siete hermanos y la pobre mujer que tuvo que aguantar, uno detrás de otro, a los siete, aparte de ser un cuento de mal gusto, tiene su origen en una disputa doctrinal. Los saduceos dicen que no hay resurrección.

Acabáramos. Si los cuerpos resucitasen –y en esto se sustancia toda esa trampa saducea–, ¿quién de los siete hermanos yacería con la mujer? Patético.

Es domingo, el día en que el cuerpo de Cristo, transformado y glorificado, salió del sepulcro e ingresó en la eternidad. Después, el cuerpo de la Virgen santísima fue llevado al Cielo por los ángeles. Y, más adelante, cuando Cristo vuelva, resucitarán también los cuerpos de quienes han muerto.

Cuando ese día llegue, los cuerpos gloriosos de los santos ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección. Esos cuerpos no están sometidos a las pasiones carnales, sino sólo al espíritu. Y el amor del espíritu es Cristo.

Cuando, en este mes de noviembre, visites el cementerio, recuerda que es un dormitorio. Esos seres queridos tuyos están dormidos. Y, un día, Cristo los despertará, cuando amanezca el domingo sin ocaso.

(TOC32)

Devuelve lo robado, y recibirás lo tuyo

Cuando piensas que todo lo que posees lo has ganado con tu esfuerzo; cuando crees que, por tanto, tienes derecho a disponer de tus bienes según tu voluntad, porque son tuyos; cuando juzgas que has sido bueno por entregar a los pobres un dinero que era fruto de tu trabajo… entonces te dice Dios que todo cuanto tienes lo has robado.

Porque tu propia vida te la han dado, y tu salud es don del Cielo, y tus fuerzas regalo de lo alto. Todo ello te lo ha entregado el Señor para que trabajes para Él, y administres los bienes que obtengas según su voluntad. Nada es tuyo. Y tú no eres sino un administrador de Dios.

Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará? Devuelve lo que has robado, pon en manos de Dios lo que es suyo, pregúntale cómo quiere que lo administres… y, entonces, Él te dará lo tuyo. Saldrás ganando.

Porque lo tuyo es el Cielo. Justo aquello que no has ganado tú, porque te lo ha ganado el Señor a precio de su sangre. Y, cuando te lo entreguen, no tendrás que administrarlo. La gloria de Cristo será toda tuya.

(TOP31S)

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