Supón que llevas el coche a arreglar y el mecánico pasa el coche por el túnel de lavado y te lo devuelve. ¿Te quedarías conforme? ¿Verdad que no?
¡Menudo mecánico, el fariseo de la parábola! Examina por dentro todos los coches menos el suyo. Te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo. Conoce a la perfección cómo son los demás, menuda super-visión de rayos X. Sin embargo, al hablar de sí mismo olvida referirse a lo que él es, y se centra en lo que hace. Chapa y pintura.
Preferiría llevar mi coche al publicano: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. No parece interesarle mucho la chapa, o quizá lo considera un problema de segundo orden. Abre el capó de su coche y se mira por dentro: «Soy un pecador». La chapa ya vendrá después.
No te conformes con hacer un examen de conciencia de chapa y pintura: «He hecho la oración, he dado la limosna, he ido a misa…». Abre el capó: «Soy un…» Y no te asustes. Confiésate, conviértete y confía en Dios.
(TOC30)