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1 octubre, 2022 – Espiritualidad digital

Auméntanos la fe

«Padre, no tengo fe»… Me río por dentro, porque conozco bien al penitente. Y digo por fuera: «Si no tuvieras fe, estarías tomando una cerveza en el bar, y no arrodillado en un confesonario delante de un sacerdote feo que huele a tabaco. Te sucede que no sientes la fe, pero tenerla… ¡Vaya si la tienes! Aunque no sabemos cuánta».

Auméntanos la fe… Qué oración tan hermosa. Precisamente porque no sabemos cuánta fe tenemos, haríamos bien en repetirla muchas veces al día. Quizás nuestra fe es menor que un granito de mostaza. Porque si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería. Yo no necesito arrancar ninguna morera, pero creo que, si tuviéramos fe como un granito de mostaza…

… Veríamos la majestad de Cristo en cada sagrario y en cada Hostia.

… Veríamos miríadas de ángeles alrededor del altar en cada Misa.

… Veríamos al Señor, a la Virgen y a nuestro ángel custodio junto a nuestra cama cada mañana al despertar.

Y, quizás, si tuviéramos fe como un granito de mostaza, pediríamos a Dios cosas distintas de las que le pedimos.

Auméntanos la fe.

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Almas pequeñas y verdades inefables

¿Quiénes son los sabios y entendidos a quienes, en palabras del Señor les han sido escondidas estas cosas? Y ¿qué son estas cosas?

La primera pregunta es fácil de responder: Sabios y entendidos son quienes saben y entienden. Como saben y entienden, no necesitan que nadie los instruya. Comienza el sacerdote a proclamar el evangelio y, en cuanto pronuncia: «En aquel tiempo…», piensan: «¡Ah, lo de “en aquel tiempo” ya lo he oído mil veces, ya me lo sé!», y desconectan. Reprograman el pensamiento, y se entretienen pensando en qué harán cuando la misa termine mientras el sacerdote predica.

En cuanto a qué son estas cosas, no es fácil de responder. Porque estas cosas son inefables, y las palabras más las ocultan que las desvelan. Estas cosas sólo están al alcance de los pequeños.

«Para venir a lo que no sabes, has de ir por donde no sabes», dice san Juan de la Cruz. Antes de que el sacerdote diga: «En aquel tiempo», recuerda tú: «No sé nada». Escucha lo que no sabes, y verás que te habla de lo que no sabes. Contempla lo que no sabes. Y enamórate como un niño que se queda con la boca abierta.

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