Cuando se habla de poder en el seno de la Iglesia, me entra la risa. Cualquier concejal de pueblo tiene más poder que el Papa. Durante el confinamiento impuesto por la pandemia del Covid19, un policía municipal nos cerró la iglesia, y prohibió a los feligreses entrar bajo amenaza de multa. Ya quisiera yo tener la mitad de ese poder para traerlos a confesar. Pero no quisiera que viniesen obligados. Dios pide amor, y el amor es lo más lejano al poder.
Ni sacerdotes, ni obispos, ni el Papa tenemos poder alguno. No estamos entre los grandes de este mundo, sino entre los pequeños. Mostramos a los hombres el camino del Cielo, y los hombres hacen lo que les da la gana.
Pienso mucho en el mirador de la Cruz. Desde allí arriba, Jesús contemplaba cómo los hombres ofendían a Dios y se destruían a sí mismos sin poder hacer nada por evitarlo.
El más pequeño entre vosotros es el más importante. Y tú, que cumples las leyes dictadas por los grandes para no ir a la cárcel, haz caso al más pequeño si quieres llegar al Cielo. Pero cuida mucho de ti mismo, porque nadie te va a obligar.
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