Cada vez que pulso el teclado, aparece una letra en la pantalla. Es casi instantáneo. Con la lavadora sucede lo mismo: pulso el botón y ella, inmediatamente, comienza a cargarse de agua para limpiar.
Cuando hice el servicio militar (porque yo lo hice, aún quedamos unos cuantos), el capitán me decía: «No piense, Rey, no piense». Yo sufría al escuchar aquello, siempre me ha gustado pensar, pero entiendo que tenía razón. No se puede ser contemplativo en la guerra.
Afortunadamente, en el combate por la salvación del alma las cosas son distintas. Jesús ha hablado, hasta hoy, de «guardar» sus mandatos y permanecer en sus palabras. Quiere que las saboreemos y se nos llene el alma de su dulzura. Porque este combate es combate de Amor, y el amor requiere sosiego y contemplación.
Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Por primera vez, aparece en el discurso la palabra «hacer». Es el alumbramiento que sigue a la gestación del «guardar». Porque de poco nos serviría rezar si, después, no entregamos la vida. Os he destinado para que vayáis y deis fruto. Pero, primero… «piense, Rey, piense y contemple. Después, vaya a dar la vida sin contemplaciones».
(TP05V)