Para un sarmiento, resulta fácil permanecer unido a la vid. No tiene que hacer nada, le basta con quedarse quieto. Para un cristiano, permanecer unido a Cristo, sin embargo, puede resultar difícil. Se recoge en oración, asiste a la santa Misa, y se abraza fuertemente al Señor. Pero en cuanto sale de la oración, en cuanto la misa termina, un vendaval de urgencias, preocupaciones, quehaceres y pasiones se conjura para arrancar al sarmiento de la vid y lanzarlo a tierra.
Permaneced en mí, y yo en vosotros. Al finalizar la oración, o al salir de misa, deberíamos atarnos a Cristo con un «cinturón de seguridad», para que la velocidad de la vida que llevamos no nos aparte de Él. Te mostraré, por si te ayuda, algunos cinturones que podrían mantenerte pegado a tu Señor mientras conduces por la autopista de la jornada:
Una frase del evangelio que repitas mil veces. Un crucifijo en el bolsillo que puedas acariciar. Un parón de segundos para dar gracias. Una mirada a un cuadro de la Virgen… Y no te conformes con un rato de oración por la mañana. Reza el Rosario y asiste a Misa cada día. Todo eso te ayudará a «permanecer».
(TP05X)